Estamos
los dos encerrados en una fría celda. Se nota que en FairyTale no
estamos acostumbrados a encerrar tras los barrotes a mucha gente.
Sólo hay unas pocas celdas,y están impolutas como si acabasen de
ser construidas,a pesar de que estarán a punto de cumplir sus buenos
cien años. Cada una cuenta con un par de camas,que se dispones una
frente a otra. Además contamos con una mesa y un par de sillas de
madera,Y una micro-habitación contigua en la que hay un retrete y un
lavabo. No hay duchas. Los presos no pasan en este lugar más de
veinticuatro horas,así que no existe una verdadera necesidad de que
las haya.
Me
paseo por la habitación con aire nervioso. No es muy grande,pero sí
lo suficiente para que pueda moverme de un lado a otro. De vez en
cuando,asomo la cabeza por los barrotes para ver si han llegado mis
padres. No veo el momento de ver sus rostros demacrados. Mi padres
llevan aquí tantos años que de inmediato relacionarán la cárcel y
el asesinato con un destierro asegurado. Yo sólo tengo diecisiete
años,y hace unos cuántos de ellos que lo sé. Y cuando crean que el
cadáver pertenece a mi tío. Pareceré un monstruo sin escrúpulos
a sus ojos. Tan sólo espero que vean más allá de las
circunstancias. Que ejecuten su propio juicio y comprendan que no
tengo ningún motivo para ir matando a gente por la calle a sangre
fría. Será cosa suya el llegar a esa conclusión porque yo ya he
tomado la decisión de no mover ni un músculo intentando defenderme.
No servirá de nada. La experiencia me ha enseñado que en el momento
en que pisas la cárcel estás automáticamente desterrado. Aunque no
fuese así,lo estaría unos meses más tarde. Lo mío no es cumplir
las normas.
Mis
andares frenéticos y repetitivos parecen molestar a mi compañero de
celda. Está sentado en la cama. Creo que aparenta una tranquilidad
que no le llega para tumbarse del todo y conciliar el sueño. En
lugar de ello,me sigue con la mirada,y así,la pasea a mi son. Como
digo,tanto movimiento termina sacándolo de quicio.
- ¿Puedes parar un rato?No sabes cómo me irrita que vayas de un lado a otro,sin parar.
Lo
contemplo un segundo,y luego sigo con mi paseo por la celda.
- Haber huido cuando estabas a tiempo.
Sí,aún
sigo enfadada,muy enfadada con Brian. Le di la oportunidad de
escapar,de quitarse de en medio. Esta no es su guerra,yo tiré el
pedrusco con destina al cráneo de aquel hombre. Yo lo maté. Pero
ambos sabíamos que si le pillaban allí,en el lugar del crimen,lo
considerarían tan culpable como a mí. Así funcionan las cosas.
- No quería.
Eso
me descoloca.
- Bueno,mira,yo tampoco quería matar a mi tío,y tuve que hacerlo.- Me burlo amargamente.- Deberías haberte quitado de en medio,Brian...
No
puedo entender por qué regreso. Nunca lo entenderé. Yo de todas
formas iba a romper las reglas. Detesto este sistema,y acabaría
desterrada tarde o temprano. Sin embrago,él gozaba de la vida
aquí,incumplía algunas normas,sí,pero nunca le han pillado. No es
lo mismo lo suyo que lo mía. Las suyas son normas ínfimas. Las mías
tienen un gran peso. La número uno: No matarás a nadie. ¿Hay algo
más importante que eso?
Me
dejo caer con desazón sobre la otra cama. Y como no quiero mirar a
Brian a la cara,me coloco de espaldas a él,contemplando la pared
blanca,que debe de estar recién pintada. Ni un sólo desconchón.
Quiero
centrarme en la pared,pasar en dedo por el gotelé que la
recubre,imaginar cuándo y quién fue él último infeliz que
acarició esa pared en sus últimas horas en FairyTale. Por
desgracia,Brian no me deja jugar a ese juego,para él la conversación
aún no ha acabado.
- Antes de que llegase la policía...Tus últimas palabras...Me pediste que arreglase mi vida. Y eso estoy tratando de hacer.
¿Qué?
Ruedo
por la cama y me vuelvo hacia él. Veo que me está mirando de forma
muy intensa. Siempre consigue intimidarme un poco cuando hace eso. Es
como si él lo supiese todo de mí y yo en cambio,no lo conociese en
absoluto. No veo en qué sentido va a arreglar su vida siendo
expulsado de su hogar. Y ya que no lo veo,voy a preguntárselo. Creo
que estoy abriendo la boca en el momento en que suena la cerradura de
la puerta de la celda. Desvío veloz la mirada hacia allí,pero
siento que Brian la mantiene sobre mí.
Es
el comisario jefe,ese que hizo un trato indirecto conmigo en la
escena del crimen. Un buen comportamiento equivale a una visita de
mis padres. Debo de caerle muy mal,porque me es difícil pasar por
alto esa expresión de pocos amigos en su rostro. Me indica con la
mano que me acerque. Y yo lo hago de un salto.
- April Sanders.- Esa soy yo.-Tienes visita. La oficial Elfman la acompañará hasta la sala convenida.
Observo
que tras ese hombre rollizo aparece la figura de una mujer joven. Tal
vez tenga cuatro años más que yo,como mucho. Lleva el pelo recogido
en una coleta tirante hacia atrás. Me viene a la mente que esa mujer
podría haber sido yo unos años después.
Me
adelanto con ella,y de reojo me doy cuenta de que el comisario se ha
sentado en la cama junto a Brian y habla confidencialmente con él.
No experimento mucha envidia,la verdad,pero sin duda,ese hombre tiene
simpatía por mi cómplice.
Mientras
camino por el pasillo en pos de la oficial Elfman y su cola
tirante,me esfuerzo por recordar que he dejado una conversación
pendiente con Brian.
Llegamos
una sucesión de habitaciones de forma cuadrada,a las que se entra
por un hueco con forma de puerta en la pared. Supongo que el hecho de
que no haya una puerta en sí misma es para tener vigilados a los
presos en todo momento. Sigo a la oficial hasta una de dichas salas.
Ella me detiene un poco antes de poder asomarme y comprobar quién me
espera dentro. Saca algo de la parte posterior de su cinturón. Son
mis añoradas esposas. Por suerte,me las quitaron al encerrarme en la
celda. Todo un detalle. Fue agradable recuperar el riego sanguíneo
en las muñecas durante un rato.
Extiendo
obediente las manos,para que me coloque ese artilugio. Ella niega con
la cabeza y me dice algo con voz neutral mientras mueve el dedo
índice formando círculos invisibles.
- Tienes que colocar los brazos por detrás,en la espalda.
Ah,ya
entiendo. Existe un posición aún más incómoda para llevar esas
esposas. Hago lo que me dice sin objetar nada,porque espero ansiosa
reencontrarme con mis padres. Ella me coloca las esposas,y aprovecha
el momento para comentarme algo en voz baja y disimuladamente.
- Lo siento.
- Bueno,no sé si se refiere a las esposas,o a que me vaya a descubrir tierra desconocida y salvaje en menos de veinticuatro horas. Me tomo la libertad de decidir que se disculpa por la segunda razón. Sería más bonito,desde luego.
- Pues yo no.
- Oigo el cierre de las esposas y de inmediato empiezo a notar su presión. Me doy la vuelta y me percato satisfecha,de que la oficial me contempla muy sorprendida por mi respuesta. ¿Qué esperaba?¿Que me echase a llorar y suplicase clemencia? Ese no es mi estilo. Prefiero abandonar este lugar con la cabeza bien alta.
- La oficial me escolta hasta la habitación correspondiente. Me asomo y veo que el interior es tan austero como el exterior. Ni un sólo elemento decorativo. La pintura de las paredes también es blanca,al igual que el techo. Creo que no puede haber un elemento más neutral que el color blanco. Por eso me repele tanto. No soporto lo neutral. O eres de una forma o eres de otra. Siempre,sobre todo desde mi cambio radical hace unos años,he creído que un conflicto,en un tema de conversación,en cualquier cosa,no puedes adoptar una posición neutral. Bueno,va,sí puedes. Pero seguro que estás o de un lado o de otro.
- En el centro de la sala hay una mesa rectangular de plástico,también blanco,y cuatro sillas a juego,dos a cada lado. Dos de ellas están ocupadas por un hombre y una mujer que rozarán la cuarentena. No son mis padres,y eso me apena,me desconsuela e incluso me enfurece. ¿Qué fue de mi trato con el comisario? Yo he cumplido,él no. Sólo pedía una cosa una sencilla cosa,antes de ser desterrada.
- Me detengo junto a la entrada. Los dos desconocidos se levantan automáticamente.
- ¿Quiénes son estos?- Pregunto con voz helada a la oficial.
- Ella debe de adivinar mi decepción,y como parece muy involucrada con mis sentimientos,acaricia mi hombro con suavidad.
- Son tus abogados. Han venido para hablar contigo del juicio. Al ser menor de edad tienes derecho...
- Olvidaba la regla veinte. Si el delincuente es menor de dieciocho en el momento de infringir las normas,tendrá derecho a un juicio popular donde defenderse,ya que no está en plenas capacidades psíquicas y desconoce la repercusión de sus actos.
- Me parece tan humillante cómo nos define a los menores esta norma. Yo tengo diecisiete años,sí,pero os aseguro que era plenamente consciente de que le estaba lanzando un pedrusco a mi tío,y supe desde el primer momento la gravedad de mis actos al ver a ese hombre muerto a mis manos. Soy joven,no imbécil. Y aparte de ello,me parece injusto que los jóvenes sí tengan derecho a una última defensa ante el pueblo,y los adultos se lo jueguen todo a lo que decida el rey en base a unos hechos .
- Ya,ya lo sé. - Me acerco a la mesa y tomo asiento sin saludar a los abogados.- Maté a ese hombre. Le golpeé en el cráneo con un pedrusco. No hay nada que defender ni juicio que hacer. Soy una asesina. Y lo admito.
- Los abogados intercambian miradas cómplices. Seguro que se traen algo entre mano. No digo que se esperasen mis palabras tajantes,pero seguro que tienen un as en la manga. Este tipo de personas siempre lo tienen. La mujer esboza una expresión de gravedad y aprieta los labios con fatalidad. Esa escena me parece de lo más divertida. Si no fuese por la frustración de no haber encontrado en la sala a mis padres,que aún no se me ha pasado,me echaría a reír de un momento a otro.
- Entiendo que no quiera meterse en líos judiciales. Usted confiesa que es culpable,y nosotros lo aceptamos. Sólo una pregunta más. Usted es la asesina y,¿cuál es la situación del señor Gray?
- El señor Gray. Al principio me viene de inmediato la imagen del padre de Brian a la mente. Aunque él no pinta nada en todo este tema,así que supongo que se refieren al propio Brian. Me suena rarísimo que alguien se dirija a él como señor Gray. Me sumerjo en mis pensamientos. Sólo yo sé lo que me pasa por la cabeza. No es de extrañar que los abogados crean que no he comprendo la pregunta. El hombre,que había permanecido en silencio,es ahora el que toma la palabra.
- En otra palabras,¿qué papel tiene él en este caso?
- Responder a eso me puede traer muchas complicaciones. Es muy posible que mi versión no coincida con la de Brian,se producirán numerosas complicaciones. Yo sólo quiero marcharme de FairyTale rapidito,sin juicios ni explicaciones.
- Eso tendrán que preguntárselo a él.http://www.youtube.com/watch?v=3hyD4OK3zGE